sábado, 8 de agosto de 2009

foto que no fue, es contada

Calle Córdoba, dirección norte, vereda oeste. El sol delante, de frente, bajo, la gente no tan abrigada, el sol no puede estar tan bajo. Un tercio desde la derecha se ve lo que parecen edificios, en perspectiva clásica, construcciones de no más de tres o cuatro pisos entre antiguas y viejas, por encima, en el centro y casi completando el tercio superior, gris cielo, casi blanco, invade un poco la nitidez del resto. El tercio inferior es gris calle a la derecha, y gris vereda a la izquierda. Sobre el gris vereda hay un ritmo de líneas verticales en distintos grises pantalón y algún gris medivacha, y dos octógonos decrecientes sobre la diagonal del cuadro en grises arcoíris. El tercio izquierdo son edificios, en forma de trapecio significativamente más triangularizado que el opuesto. Podría seguir infinitamente.

Me camina derecho siguiendo mi línea de fuga no muy lejos de la del cordón, es un trayecto corto entre poste y caja eléctrica, hay un cierto efecto de zooming, como si el conjunto de lo que no soy yo se moviera linealmente y en dirección a mi detrás, se acerca y se agranda y luego se perderá. Y será otra vez. La imagen está muy bien lograda, pero al fondo se ve una figura que parece realmente moverse, no está cerca de los bordes del cuadro, no debería crear esa estela, o no, no deja estela, está detrás, camina urgente, se acerca y al momento ¡plaf! atravieso no muy consciente un papel. En el medio un haluro. Parada con el cuidado de quien camina a pasar un vidrio extremadamente limpio, solo bajé un poco la cabeza y algo me sumergió, en lo mismo, del otro lado lo mismo, mismo circo, mismo público, el mismo payaso que sale a escena, tratando de entender el volumen de la dimensión.